Visitamos entre otros lugares la hermosa Antofagasta de la Sierra en la puna catamarqueña, allí nos recibió David, a quienes todos conocen como “el profesor”, nos cuenta que llegó hasta ese lejano lugar con poco más de veinte años después de recibir una propuesta para ejercer como docente de Matemática, una decisión que le costó tomar pero al final lo hizo,  ya hace más de veinte años,  nos recibe en su hermoso complejo “El Pucará”, con sus paredes en piedra con dibujos étnicos que el mismo diseñara, una verdadera obra de arte, nos cuenta lo dura que es la vida por esos lados, pero hay tanto amor al lugar que pareciera que nada le pesa, ni la distancia ni la soledad, nos cuenta historias, nos muestra una maqueta y  nos señala los lugares que visitaremos al día siguiente.

Hostería Complejo Pucará
Hostería Complejo Pucará

Con un frío intenso y apenas amaneciendo, subimos a la camioneta 4×4… Lucas, experto conductor y excelente guía nos acompañaría durante todo el día, en un recorrido de 250 kmts. por los Salares de Antofalla,  sentís continuamente que necesitas respirar profundo….no sé si es la falta de oxígeno en esas alturas o las maravillas que se ven hacia donde dirijas la vista…. lagunas de colores… celestes, ocre, azules intensos, una de agua dulce, apenas unos metros de distancia, otra de agua salada, lo increíble de la naturaleza, salares…montañas de infinitas formas y colores…sentís ese miedo de olvidarte las imágenes…

pero de pronto en esa soledad…vemos un hombre bajando de la montaña con su perrito, era Simón Morales, detuvimos la marcha…y jamás olvidaré su mirada….la alegría…el abrazo tendido a Lucas quien le ayudo a cargar unas piedras grandes sobre la  caja de la camioneta, subió  y partimos,  desde adentro lo observaba por la luneta,  erguido …con tanta libertad…con el viento en la cara…pero sin que se le borrara la sonrisa, como si por primera vez viera esos paisajes…

anduvimos un rato por lugares que creía no íbamos a poder sortear, nos sacudíamos dentro de la camioneta que esquivaba  piedras a paso de hombre…su perrito corría a la par , tan alegre como Simón , y así llegamos hasta su casa…el paraje Botijuela, Simón el único habitante, su casita, su vaca, sus ovejas, sus piedras, su cascada de hielo, su hueco en la piedra de agua termal de 40º aproximadamente…y su sonrisa…

caminaba rápido, nos traía piedras y nos explicaba cosas… algo increíble, al costado de la casa, una camioneta Toyota…dormía su letargo…no le encontré explicación…antes de la despedida nos preguntó si no teníamos algo de pan, fue frustrante decirle que no… no importa dijo, siempre con la sonrisa en su rostro…nos subimos a la camioneta y ahí quedó Simón con la mano en alto, anduvimos un largo rato en silencio, como para procesar… y una pregunta rondaba…¿la vida es simple y nosotros la complicamos?

y pensé también en la inmensidad de esa Puna Catamarqueña, en los versos de Trullenque y  Carabajal….”La pucha con el hombre…querer ser tantas cosas y nunca es más que cuando tan sólo es él…”  Seguimos en la camioneta casi por tres horas más,  cruzando dunas de arena, huellas pedregosas, hasta regresar a Antofagasta con los últimos rayos de sol y yo pensaba en Simón….

Lucas conducía la camioneta con  habilidad,  por un camino de huella atravesamos el salar, con precisión y sencillez nos explicaba como alguien que realmente conoce el lugar, lo admira y lo respeta, se detenía para que tomáramos fotografía, luego tímidamente se alejaba unos metros para dejarnos solos disfrutar tanta inmensidad, tanta belleza, así llegamos a  Antofalla  una comunidad indígena del pueblo Kolla atacameño y comuna del departamento Antofagasta de la Sierra, en el noroeste de la provincia de Catamarca.

Se encuentra en el salar y al pie del volcán con el mismo nombre, el volcán Antofalla. Nos cuenta que su nombre deriva de la lengua nativa que significa “Pueblo donde muere el sol”. Realmente es un pueblo solitario, su silencio sólo es cortado por el viento que se cuela entre los árboles, que aunque sean pocos, es un vergel en medio de tanta blancura, de tanta desolación. Sus habitantes han ido utilizando técnicas de cultivo en invernaderos y riego en acequias que aprovechan de los deshielos de las altas montañas, de esta manera,  es que Antofalla tiene verde en  medio de un lugar en que nada crece en forma natural.

A lo lejos se puede divisar en la falda de una montaña un cartel que dice simplemente “Bienvenidos a Antofalla”.
El pueblo es pequeño, sus casitas austeras, de adobe y con chimeneas humeantes, su iglesia es tan pequeña, data del año 1963 y no tiene más que tres banquitos.

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