Villa Epecuén, un pueblo a orillas de la laguna del mismo nombre. Tuvo su esplendor por las propiedades de sus aguas curativas y en el año 1985, la naturaleza, la impericia, las malas decisiones políticas, o quizás todo junto, hicieron que fuera arrasado por una fatal inundación; más precisamente la madrugada del 10 de noviembre de ese año, la muralla que había sido construida para detener el avance de la laguna se resquebrajó y el agua comenzó a invadir la villa. Aunque no hubo ninguna víctima inmediata, la tristeza hizo mella en el alma y las secuelas aún hoy perduran en cada uno de los que fueron sus  habitantes.

Ruinas de Villa Epecuén 2021
Villa Epecuén – 2021

Ahí quedaban los recuerdos, los sueños, el sacrificio, las vivencias de sus pobladores, las sonrisas de los turistas que se fotografiaban en un lugar veraniego, todo bajo el agua que lo iba invadiendo paulatinamente, y lo dejaron veinte años sumergido.

Hoy el agua ya no es la protagonista en gran parte de la villa. Hoy se puede caminar por algunas de sus calles,  pero es una postal gris que estremece, que deja al desnudo un panorama devastador que paradójicamente se presenta como otrora, en un atractivo turístico, pero de otras características. Hoy sólo hay silencio.

Villa Epecuén – 2021

Son manzanas enteras, donde  se dejan ver los vestigios de casas, hoteles, negocios, pista de baile.  Lo que ahora se ve, cuesta relacionarlo con ese pueblo vivo, pujante, alegre, esplendoroso, que muestran algunas fotografía que han sido colocadas en lo que fue su avenida principal.

Uno camina esas calles desoladas y ve como los turistas se toman fotos sonriendo, como en otra época, pero hoy frente a esos hogares destruidos.

Árboles secos y blancuzcos, como recién podados, pero todavía de pie. Marcos de puertas erguidos, las paredes se derrumbaron, ellos permanecen ahí como esperando que los vuelvan a cruzar. Escaleras que suben a la nada y bajan a la desolación, a la nostalgia. Uno camina sin reparos sobre el cadáver de un pueblo que alguna vez sonrió y trata de imaginar lo que habrán sentido sus habitantes ante esa tragedia… pero es imposible…

En silencio, como se llega por un camino blancuzco de sal, uno se  retira del lugar, llevándose con un poco de culpa un souvenir de la fatalidad, que puede ser una foto, un pequeño trozo de azulejo o un recuerdo… uno se retira y da paso a otro turista guiado hasta ese lugar por mera curiosidad, se aleja…pero jamás olvidará que hay cosas contra las que no se puede luchar…una de ellas, la naturaleza.

Antiguo Cementerio de Carhué.

La crecida del lago Epecuén, también hizo que el Cementerio de Carhúe quedara sumergido bajo el agua, nadie puede imaginar siquiera por un instante la desesperación de la gente para salvar sus muertos…uno se para allí y la desolación no tiene límites…

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